El pecado no es más que desobedecer o quebrantar las normas de Dios y aunque pensemos que hay pecados pequeños o grandes, la realidad es que para Dios todos los pecados son iguales y nos alejan de su presencia porque los detesta. Sin embargo, Dios nos ama tanto que cuando lo tenemos en nuestra vida, somos nueva criatura, dejando atrás nuestro pasado (2 Corintios 5:17)
Cómo humanos podemos pecar de forma consciente o inconsciente, lo importante es que cuando reconozcamos el pecado, pasemos al arrepentimiento porque ese es el primer paso para lograr un cambio en nuestras vidas.
Cómo jóvenes, la sociedad, la moda y hasta las personas que consideramos nuestros amigos, nos empujan al pecado (mentirle a nuestros padres, consumir drogas, tomar hasta emborracharnos), pero debemos tener la madurez tanto personal como espiritual para poder poner un alto cuando debemos, porque Dios nos hizo libres y eso nos da el poder de decidir, pero también nos da la responsabilidad de asumir las consecuencias que conlleven nuestros actos. Todo se nos es permitido, pero no todo lícito, ni todo nos edifica (1 Corintios 10:23)
Todos los días, en nuestra intimidad con Dios, debemos pedirle fortaleza para mantenernos en su camino, dirección para guíe nuestros pasos y que aumente todos los días nuestra fe para mantenernos en su presencia.